BAUDELAIRE SEGÚN HERNÁNDEZ, MUÑOZ Y MÉNDEZ


A doscientos años del nacimiento de Charles Baudelaire, tres poetas -Elvira Henández, Rosabetty Muñoz y Adán Méndez responden: 

1. ¿Recuerdas tu primera lectura de Baudelaire? ¿Y qué te pasó? ¿Ha influido en ti y en tu obra? ¿Cómo (tal vez algún libro o poema en particular)?

2. El tópico dice que Baudelaire es el padre de la poesía moderna, y hasta de la modernidad sin más. ¿Qué es lo moderno de Baudelaire? ¿Sigue siendo moderno?

3. ¿Dirías que era pesimista y nihilista, que su mensaje es una suerte de “no hay futuro”, como en el punk?

4. Dijo Baudelaire, en “El albatros”, que: “El Poeta se asemeja al príncipe de las nubes / Que frecuenta la tormenta y se ríe del arquero; / Exiliado sobre el suelo en medio de las burlas, / Sus alas de gigante le impiden ya marchar”. ¿Qué te parece esa imagen del poeta como un albatros cazado, caído en desgracia?


Wikipedia
Elvira Hernández

1. Fue una lectura casual. En un estante de una librería de viejos (libros) había un ejemplar camuflado que llamaba la atención. Cubierta de papel kraft y escrito con plumón Las flores del mar. En ese tiempo entré en relación con ese famoso libro por el lado religioso y me reí pensando que el mal no sólo era legión sino también jardín y océano. Entré a través de la tensión que observaba en sus poemas entre Dios y Satán, algo muy del siglo XIX. Pero me pareció que de esa zona de tirantez entre el Bien y el Mal salía la rebeldía del poeta y sus ansias de libertad, donde la creación era su expresión máxima y el arte el mayor bien. Aquello fue la entrada hacia Baudelaire que tiene muchísimas aristas; estaba abierto al mundo y a la mundanidad con una gama completa de sensibilidad, sensorialidad y sensualidad, y conciencia al tope. Era un explorador y un crítico. Me fui internando en sus motivos mientras lo leía, en sus caminatas por la ciudad de París y en sus observaciones.

Me interesó el poeta que surge de ese hombre escindido entre su vida cotidiana desgraciada, de la que reniega, y el acto de elegirse como poeta. Pero deploro la mirada que da sobre la mujer a quien rebaja y le quita toda posibilidad de elevación y creación.

Santiago Waria tiene muchísimo de Baudelaire: "Ciudad irreal", por ejemplo; "No pasa nada"; aunque esto último para mí no es tedio, sino pasmo ante una realidad no parisina, nuestra, incomprensible.


2. La conciencia insatisfecha. Todo es basura y degradación, pero con eso hay que hacer –misteriosamente- poesía, transformación poética Al elegirse poeta, la creación toma otro rumbo, se independiza de un “yo” biográfico que puede dejarse atrás por un rato, y la poesía centrarse en sí misma. La auscultación de la ciudad, hace a un lado la Naturaleza con sus actos ciegos y le cede el paso a lo artificial, cultural y refinado que puede traer la urbe junto, así le parece, a la carroña, el envilecimiento.

Desde nuestra hipermodernidad que nos tiene en la nube de la virtualidad y moviéndonos por una ciudad hipertrofiada, que ha dejado de ser ciudad para el paseante o el caminante, Baudelaire sigue siendo un moderno al que no le interesaba el progreso. No es ese su ideal.


3. Diría que es pesimista. Mira las ruinas del pasado en el presente con las espaldas hacia el porvenir. Nihilista también como remate de su pesimismo, pero no me atrevo a hacer nexo con el movimiento o tendencia punk que desconozco


4. Esa imagen es interesante porque apunta al dolor. El poeta tiene que pasar por el cedazo del sufrimiento como una manera de alcanzar la elevación hacia una espiritualidad de la poesía pura. Por tanto, no herido por la flecha placentera del amor aun cuando se sumiera a diario en sus rituales y saliera bamboleándose con sus torpezas.



radio.uchile.cl
Rosabetty Muñoz


1.
Empecé con Rimbaud y Una temporada en el infierno a los dieciocho años. Ese título y su remecedor contenido me llevó después a Las flores del mal; ambos títulos me sacaron de un lugar amable y cálido en el que estaba ubicada con mi cultura católica y chilota celebrante de la vida y me abrieron un territorio donde los goces de la carne estaban presentes como parte integral de la existencia, la internación en los vericuetos de lo llamado “mal” y la visión de nuestra finitud fue un paso brutal en mi escritura. El dolor y el sufrimiento como parte integral de la existencia se asoma a cada rato en mis poemas.


2. Pienso que el lugar desde donde se sitúa, ese espacio de crítica radical a la vida citadina y a la forma de vida que no explora en los pozos malolientes que también somos. Toda su búsqueda poética es una proeza espiritual en tanto se somete en carne viva a los excesos para sortear el absurdo del tiempo, la aparente rutina vacía de la vida. Ese escarbar en los goces y entender al hombre como un “embutido de ángel y bestia”, como dice Parra, es muy moderno.


3. Diría que era descarnado y brutal. No siento como él esa melancolía o hastío por la existencia, pero entiendo que su vuelo/vida es un gesto desesperado por encontrar sentido. Al contrario de lo que enuncias: él sabía que estaba hablándole al futuro y su voz rotunda, apostando todo en la fusión vida-obra, es una prueba de que en el fondo su empeño por la vida supera el pesimismo.


4. Me quedo con la bellísima imagen de las alas enormes, de su risa frente al arquero que representan la actitud rebelde, lúcida (mirar desde las nubes y reinar allí) que son gestos epopéyicos en tanto elevan el destino del hombre a una misión que lo supera, pero está dispuesto a darlo todo. Sabiendo que la muerte es el destino, el poeta canta a la belleza, aunque para buscarla deba sumergirse en la desgracia.



Adán Méndez

1.
La recuerdo perfectamente. Tenía 15. Encontré divertido que le diera a Satanás el título de “Trimegistro”. El vocativo “Hipócrita lector” me impresionó muchísimo, como a todo el mundo. Y la imagen del albatros entorpecido por sus propias alas, también me impresionó mucho. Todos esos recuerdos son de la primeras páginas, así que no debo haber avanzado mucho. La verdad es que en castellano no tiene mucha gracia. Más tarde dediqué mucho tiempo a algunos poemas suyos, haciendo los esfuerzo del caso para leerlos en francés —“El albatros”, “La giganta”, “El cisne”, “La pipa”, “El vino de los asesinos” sobre todo—, y ahí sí entendí su grandeza. Leer los versos de Baudelaire en castellano es como leer el Martin Fierro en francés, peor es nada. Y en todo caso, es de esos autores que influyen incluso en quienes no lo han leído, y hasta en los analfabetos.


2. Me parece que en la pregunta se está usando la palabra "moderno" en dos sentidos distintos. Primero en un sentido restringido, como nombre de una época, que Baudelaire encarna y expresa quizá mejor que nadie; y luego en sentido general, expresando la idea de "actual". En el primer sentido naturalmente nunca dejará de ser moderno, pero precisamente en ese sentido ya es antiguo. En el segundo sentido, Baudelaire será siempre actual, a la manera que lo son Safo o el Arcipreste o Gabriela Mistral, o cualquier poeta de verdad sea de la época que sea.


3. No puedo hablar tan en general de él, y además me demoraría mucho filtrando todo lo que se ha dicho de él. Por los poemas que conozco a fondo, me parece una persona indescriptiblemente sensible y tierna. Dueño de una inteligencia, unas facultades expresivas y una técnica asombrosas, pero en lo fundamental poseído por aquella sensibilidad y ternura. Uno le toma un afecto absolutamente personal.

En sus escritos en prosa sí he encontrado bastante de lo que tú dices. Recién leía en sus diarios, por ejemplo, unas anotaciones suyas respeto del estallido social de 1848, bastante irresponsables. 


4. Una lesera. Muchos poetas han podido sin problemas ser soldados, latifundistas, empresarios, publicistas, profesores, académicos, diplomáticos, médicos, cortesanos, abogados, sacerdotes, y hasta buenas parejas, y hasta han criado bien a su hijos. Los hay que incluso han sido arribistas y chupamedias estupendos. No he visto en ninguna parte que los poetas, los buenos al menos, se manejen peor en el mundo que el resto de la gente. Me parece que en general se las arreglan bastante bien. Algunos revientan, pero eso pasa en todas las vocaciones, no hay para qué mitificar al respecto.

La maravilla de ese poema es ese albatros mismo, y toda esa cruel escena marinera; no la comparación con el poeta de la última estrofa, que hecha a perder el poema. “El albatros soy yo” quiso decir, seguramente no estaba pensando en Victor Hugo. Pero si él mismo es el albatros, lo es en cuanto persona, no en cuanto poeta. Quizá quedó insatisfecho con esa comparación arbitraria y sentimentalista, porque en “El cisne” reelabora la imagen del pájaro enorme en el suelo, sin hacer la comparación. Esta vez el pájaro —traduzco libremente— con “sus pies palmeados rasguña el pavimento seco”: “Yo pienso en mi cisne enorme, con sus gestos desquiciados, ridículo y sublime como los exiliados, y roído sin descanso por un deseo”.