LOS CAPRICHOS DE DOSTOIEVSKI


Comentarista político, eslavófilo, crítico literario, moralista, cuentista. Eso y más vemos en Diario de un escritor. No es un diario íntimo, es mucho más: son artículos publicados en distintos periódicos; es -sí- la íntima meditación del autor de Crimen y castigo sobre aquello que vieron sus ojos. Y no se pone límites: "Anoto mis impresiones de todo, de lo que más me ha llamado la atención en el transcurso de los acontecimientos". 

Juan Rodríguez M. 

“Yo había imaginado que Dostoievski era una suerte de gran Dios insondable, capaz de comprender y justificar a todos los seres. Me asombró que hubiera descendido alguna vez a la mera política, que discrimina y que condena”. A Borges —autor de las palabras recién citadas— no le hubiese gustado el Diario de un escritor, de Dostoievski: hay en él mucho de mera política. O tal vez sí, porque como buen Dios, el escritor ruso tiene allí ojos para todo: lo mero, lo grande y lo mediano.

Publicado por Páginas de Espuma con el subtítulo “Crónicas, artículos, críticas y apuntes”, es la primera edición completa en castellano e incluye una selección de los cuadernos de Dostoievski. Mil seiscientas dieciséis páginas que, a juicio de su editor, Paul Viejo, muestran, “por fin, todas las facetas y caras de Dostoievski, desde el polemista serio y grave que conocíamos, hasta un autor mucho más burlesco, satírico y sarcástico que permanecía algo más oculto”. Páginas que —cree— “representan al ciudadano, al lector, al padre de familia, al partidario político, al hombre de fe, etcétera”.

Un libro que no existe

Según narra Paul Viejo en la nota previa al libro, en diciembre de 1873, Dostoievski fue contratado como director de la revista El Ciudadano y decidió reservarse una sección propia a la que bautizó como “Diario de un escritor”. El mismo novelista se encargó de explicar con qué se encontrarían los lectores: “Pero hablaré para mí mismo y por puro gusto”, dice, “y después que salga lo que salga. ¿De qué voy a hablar? Pues de todo lo que se me ocurra, o de lo que me haga pensar”. 

El diario se interrumpió un año después, tras la salida del autor de la revista, y volvió recién en 1876, cuando a cuenta propia Dostoievski inició una publicación mensual bajo el mismo título. En diciembre de 1877, el proyecto volvió a detenerse hasta que, tras la escritura de Los hermanos Karamazov, se reanudó en 1880 con un número único dedicado a Pushkin. Luego, en enero del año siguiente, se publicó una edición que no se pensó como la última, pero lo fue, pues Fiódor Mijailovic Dostoievski murió el día 28 de enero de 1881.

En rigor, el Diario es lo aparecido en dichas publicaciones periódicas: nunca se planteó como un libro, ni menos como el universo que podemos hojear hoy. ¿De dónde surge entonces este diario ampliado? Ocurrió que, tras la muerte de Dostoievski, las primeras ediciones de sus obras completas sumaron al diario propiamente dicho artículos aparecidos en otras publicaciones e incluso textos inéditos, en el entendido de que respondían al mismo espíritu (el de “hablar de todo lo que se me ocurra”). Eso, con las sumas y restas del editor del caso (partiendo por su mujer), es lo que hoy conocemos como Diario de un escritor.

Una gran ciudad

Paul Viejo erige al ruso como precursor del blog. Pasan por estas páginas (en un período que va desde 1845 a 1881) relatos de Dostoievski como “El Bocazas” o “La mansa”; juicios sobre Anna Karénina, de Tolstoi: “Este libro directamente se elevó ante mis ojos —dice— con una dimensión, que podría responder por nosotros ante Europa, ese buscado hecho, que deberíamos mostrar a Europa... Anna Karénina es una obra de arte perfecta, que ha aparecido justo en el momento adecuado, con algo que en nada parece que pueda compararse en las literaturas europeas en la presente época...”.

Dostoievski también fija su atención en la “gente culta” de Rusia y su “manía por las bellezas del gran mundo, con sus ostras y sandías a cien rublos en los bailes”; en la burguesía europea, que “al ocupar el lugar de sus antiguos señores y apoderarse de lo suyo [...] se separó completamente del pueblo, del proletario y sin reconocerle como hermano lo convirtió en una fuerza de trabajo, por su bienestar, por un pedazo de pan”; y en los delincuentes: “Lo diré directamente: sólo mediante el castigo severo, la cárcel y el trabajo forzoso, podrían salvarse la mitad de los delincuentes. El castigo no agobia —dice— sino que, por el contrario, alivia. La purificación por el dolor es más sincera, más liviana que el destino que se les prepara absolviéndolos en los juzgados”. Esto último lo dice un hombre que estuvo preso en Siberia, condenado a muerte; y cualquier coincidencia con Crimen y castigo no debe ser tal. 

También responde Dostoievski los reclamos de los lectores; a un suscriptor de su diario le dice: “Usted, excelentísimo señor, de todas las suposiciones a por qué pudo no llegarle el número, se decantó precisamente por un engaño [...] A consecuencia de lo cual la redacción se ha apresurado a devolverle sus dos rublos con cincuenta kopeks y pedirle que no le moleste más”. Y se conmueve por el suicidio de una joven rusa: “¿Qué la había torturado tanto con sus diecisiete años? Esta es la espantosa cuestión del siglo”.

¿Qué es entonces este diario? Tal vez los caprichos de un demiurgo, de ese “gran Dios insondable” del que habla Borges. Paul Viejo dice que están “todos los conflictos y problemas habituales del pueblo ruso, como su propia idiosincrasia o la integración con Europa”, y también los de Dostoievski: “No quiso escribir un diario íntimo, pero me temo que en ocasiones (y para el lector, por suerte) no supo controlarlo y nos lo dejó escrito”, dice el editor.  

Entonces, sí, a Borges le hubiese gustado el libro: “Leer un libro de Dostoievski —dice el argentino— es penetrar en una gran ciudad, que ignoramos, o en la sombra de una batalla”.

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Versión de un artículo publicado en Artes y Letras de El Mercurio el 2 de enero de 2011.