FICCIÓN Y NO FICCIÓN: EL MANIFIESTO COMUNISTA

Tal como lo hizo con La tierra baldía y Los viajes de Gullivert, el caricaturista y escritor inglés Martin Rowson convierte en expresivas imágenes el texto en el que Marx y Engels advirtieron que un fantasma recorría Europa. “Es tragedia, comedia, sátira y cualquier otro género en el que puedas pensar”, dice el autor.*

Juan Rodríguez M.
Imágenes: www.megustaleer.com

Que un fantasma recorre Europa, o tal vez el mundo, y que los proletarios del mundo deben unirse son a estas alturas patrimonio de la humanidad. Las frases con las que empieza y termina el Manifiesto comunista (1848), de Karl Marx y Friedrich Engels, no podían faltar en la adaptación ilustrada que hizo de la obra el dibujante inglés Martin Rowson (1959). 

Publicado en castellano por el sello Debolsillo, el libro hace del capitalismo decimonónico un mundo en blanco, negro y rojo por el que nos pasean Marx y Engels. Los caricaturescos rostros y expresiones de estos últimos y de otros personajes dan risa; incluso Marx hace stand up comedy. Sin embargo, si uno mira la historia que está detrás o alrededor del texto, hay imágenes terribles, incluso sangrientas, como en una pesadilla; máquinas que muelen o expulsan carne humana. Es un cruce entre comedia y tragedia. 

Rowson trabaja o ha trabajado en periódicos como The Guardian, Daily Mirror y Tribune; allí caricaturiza la contingencia política. En la página de bienvenida de su sitio web personal (www.martinrowson.com) se lee que una editorial de 2017 del diario The Daily Mail, a “página completa”, en respuesta a uno de sus dibujos publicados en The Guardian, describe su trabajo como “asqueroso, degenerado... enfermo y ofensivo”. Por supuesto el juicio depende de las sensibilidades.


En la introducción que hizo para su versión del Manifiesto, Rowson cuenta que lo leyó por primera vez a los dieciséis años: “Desde la perspectiva de un joven de esa edad, el libro era (...) de una brevedad encomiable, a la par que incluía un análisis desbordante que abarcaba todo el devenir histórico habido hasta nuestros días, una idea que he querido ilustrar desde entonces”. 

El Partido Satírico

Rowson cierra la introducción de su Manifiesto reconociendo que —“al menos hasta hoy”— la historia no ha evolucionado como esperaba Marx; “aunque no es culpa suya que, en la mayoría de las revoluciones habidas, el ariete empleado para derribar los muros de la élite parezca siempre torcerse en el último minuto, terminando por fortalecer los muros aún más elevados de las nuevas élites, impulsadas ahora por su sed de venganza”.

—¿El Manifiesto comunista  es una obra de ficción o no ficción? 
—Creo que, como escribieron Marx y Engels en el prefacio de la reimpresión de 1871, es un documento histórico, por lo que es tanto ficción y no ficción, y ninguna. Eso se debe a que combina brillantemente análisis con profecías ridículas, un ajuste de cuentas vengativo con comedia física y, en última instancia, un incendiario llamado a las armas. Debido a eso es probablemente imposible clasificarlo como algo que no sea el Manifiesto comunista. Eso significa que hoy, personalmente, lo leo de docenas de maneras diferentes, mezclando las partes que han envejecido muy mal y son por lo tanto redundantes, como la predicción de la inevitable victoria del proletariado, con aquellas partes que todavía son sorprendentemente relevantes, como su análisis global del capitalismo.


—Si tuviera que asignarlo a un género literario, ¿cuál sería: comedia, tragedia, sátira...? 
—Trasciende los géneros porque contiene mucho en sus alrededor de cuarenta páginas. Cuando pensé en adaptarlo, me di cuenta de que era posible porque yo tenía una especie de memoria visual sintética de cuando lo leí como adolescente, hace más de cuarenta años. Era tanto una especie maremoto vasto y titánico de historia y lucha de clases, con grandes placas tectónicas de dialéctica chocando juntas (tal como “El gran día de su ira”, la obra del pintor victoriano parodiada en una de los despliegues de la primera parte); pero a eso le sigue un disparatado stand-up comedy, cuando Marx comienza a burlarse de la burguesía y de las otras organizaciones socialistas a la vista. Lo que significa que es tragedia, comedia, sátira y cualquier otro género en el que puedas pensar. 

—En su adaptación hay humor y a la vez imágenes terribles. ¿Buscó esa ambigüedad?
—No busqué la ambigüedad, pues te mira a la cara en el Manifiesto comunista, en las formas que he descrito arriba. Pero más que eso —como escribió el propio Marx en El 18 brumario de Luis Bonaparte, que la tragedia se repite como farsa— la tragedia y la comedia están inextricablemente entretejidas. Para empezar, no creo que haya nada como una broma “positiva”, todas las bromas, en uno u otro grado, tienen una víctima, sea un político o un miembro de la sociedad a quien eliges denigrar (lo que en sí señala la diferencia entre la sátira en particular y la comedia en general); pero lo que es más importante, tenemos la risa como una herramienta de sobrevivencia evolutiva que nos ayuda a sobrellevar todas las cosas terribles que la vida nos arrojará. Y así nos reímos de la muerte, el sexo, nuestros líderes, nuestros amigos, nuestros enemigos y de todo lo demás. De lo contrario, todos nos suicidaríamos en un estado de terror existencialista probablemente alrededor de los cinco años. 


—También ha adaptado La tierra baldía, Tristam Shandy, y Los viajes de Gulliver. ¿Reconoce algo común en Swift, Sterne, Marx y Eliot?
—Hay costuras en el Manifiesto, así como en otras partes de los escritos de Marx, que igualan a Swift en su apasionada intensidad satírica, así es que definitivamente lo cuento como miembro del Partido Satírico. Él además adoraba Tristam Shandy, y como estudiante escribió una novela sub-shandiana llamada Escorpion y Félix. Así es que también es del Partido Shandeano. No creo que él y Eliot compartan un terreno común, más allá de un furioso disgusto con el estado del mundo. Adapté La tierra baldía deliberadamente para burlarme de ella como ícono sobre-venerado del modernismo respetable, mientras que adapté a Swift, Sterne y Marx como homenajes respetuosos. 

—En 2019, ¿qué le impresiona todavía del Manifiesto?
—Cuado alrededor de dos docenas de individuos poseen la mitad de la riqueza de la humanidad, la visión pesadillesca que tenía Marx del capitalismo sin límites es terriblemente relevante. Pero más que eso, creo que el logro más grande e importante de Marx es cómo muestra a lo que nos reduce el capitalismo. Su disgusto con el capitalismo no radica tanto en la riqueza de los capitalistas como en la reducción de los seres humanos, a los que roban y explotan, a criaturas menos que humanas: peor, el sistema reduce a todos a simples recursos para ser comprados y vendidos, simples máquinas de carne ordeñadas por su plusvalía para hacer a los ricos incluso más ricos. Es un proceso que nos degrada a todos, y necesitamos recordar constantemente que ni es inevitable ni es la única opción, fuera de ser profundamente indeseable cómo el sistema capitalista exprime y seca la Tierra.


Manifiesto comunista
Adaptado e ilustrado por Martin Rowson
Traducción de Jaime Collyer, Debolsillo, 2019, $10.000

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*Entrevista inédita, hecha a través de correo electrónico en mayo de 2019.