ADÁN MÉNDEZ: "PORTALES ES OFENSIVO DE VERDAD"


Memoria Chilena


El poeta y editor Adán Méndez publica Cartas personales de Diego Portales (UDP), un estudio y antología del epistolario del político, comerciante y militar. Esta es la entrevista que le hice por escrito, recogida en parte en un artículo publicado en "Artes y Letras" de El Mercurio.

Juan Rodríguez M.

-A propósito del interés en Portales hablas de una “obsesión bicentenaria”. ¿Por qué te sumaste a la obsesión, que en tu caso parece ser literaria, qué te fascinó?

-Es cierto que mi interés primero fue literario, y es siempre el más fuerte. Pero por un motivo u otro Portales nos saca de la literatura. La obsesión va sumando capas, y en la que estoy ahora es esta: con él estamos hablando en serio, se trata de algo grave. La literatura está muy infantilizada, fíjate que hoy se usan como elogios críticos términos como ’provocador’, ‘incorrecto’, ‘rupturista’, ‘insolente’, etc. Términos que más bien describen la conducta de los niños, o de gente inmadura o, en todo caso, de gente inofensiva, y la verdad no entiendo en qué sentido pueden ser elogios –a menos que sean elogios irónicos. Con Portales no, él es de otra categoría, no está payaseando. Portales es ofensivo de verdad. 

-Dices que “las cartas tienen una intimidad perfecta con el hombre y sus ocupaciones”, “hay en ellas una auténtica inmediatez, una consustanciación inocente de persona y escritor que los practicantes del ‘mi tema soy yo’ usualmente han perdido de antemano”. ¿Le quedaría bien al epistolario la etiqueta de “literatura del yo”? 

-Evito salirme del título de «epistolario», y de clasificar sus escritos como otra cosa que cartas. Él no esta haciendo otra literatura que la de ese género extinto, semi privado y semi público, que era la escritura de cartas. Alcancé a vivir algo de esa etapa de la humanidad, y recuerdo perfectamente que la llegada de una carta era un acontecimiento familiar, o grupal. La mayor parte de las cartas eran leídas por más de una persona, muchas se leían en voz alta ante familias y grupos de amigos, aunque titularmente fueran privadas. En la película The Searchers (1956) hay una escena magnifica al respecto. Entonces, como todo escritor, Portales tiene en mente un cierto público y usa de los recursos retóricos y literarios para conectar, seducir, e influenciar en ese público. Pero no está en ningún tipo de proyecto literario, no escribe sus cartas al modo, por ejemplo, de Pessoa, que siempre supo que sus cartas se publicarían en libros. 

-Si imaginamos el epistolario como una novela (tú mismo dices que hay varias novelas dentro), esta comienza con un “joven viudo inconsolable, enamorado aún de su reciente muerta”. Muy a contrapelo del desarrollo posterior del personaje. Dices que, tal como ocurrió con el Cid, es un golpe afortunado del azar el que esa sea la primera carta que tenemos de Portales. ¿Por qué te gusta ese comienzo para la novela de Portales?

-Esa carta es muy intrigante. Al mejor novelista no se le hubiera ocurrido empezar la historia de un hombre como Portales con una carta así, ni al mejor poeta épico se le hubiera ocurrido empezar la historia del Campeador imbatible con «de sus ojos llorando con tanta fuerza». Tuvo que intervenir el azar, y perder una página en el caso del Cid, y muchas cartas en el caso de Portales. Me gusta porque marca el hecho que de ahí adelante todo es paradoja. Encina basó su visión de Portales en esta carta: estima que sublimó su amor roto en un amor místico a la patria y, cosa curiosa, también estima que el libertinaje sexual de Portales se originaba en esa pérdida. Al considerar Encina que en esta primera carta no hay arenas movedizas, licúa con ese misticismo propuesto por él gran parte de la ironía y la paradoja del resto del epistolario. Se trata además solo de un fragmento de una carta, cuyo original completo se desconoce. Es muy difícil de interpretar, sobre todo con el edificio de Encina tapando la panorámica. En mi opinión, Portales era un hombre de propósitos, y cada una de sus cartas se entiende mejor si se aclara qué propósito particular tiene. Esta, me parece que está escrita para que su padre no insistiera en un nuevo matrimonio. No dudo casi nunca de que el dolor del que habla es real, pero el arranque religioso sí me parece más bien retórico, funcional a ese propósito de la carta.

-Fuera del romance con Constanza Nordenflicht, ¿qué otras “novelas interiores” hay en el epistolario? ¿Y cuál es tu favorita?

-La más extensa y detallada es una que habría que llamar «La aniquilación de los pipiolos». La novela de la amistad con Garfias, está a la altura de la de Holmes y Watson. Pero de todas, en la primera que pienso –favorita no es la palabra, no sé qué palabra usar–, es en una muy breve y muy dramática moralmente. Son unos pasajes casuales, repartidos en cuatro cartas. En una cuenta, de repente, que su amigo Garrido le ha mandado, no sabe por qué, una niña mapuche, como de seis u ocho años. Que se la mandó quizá «por juguete». No sabe qué hacer con ella y le pregunta a Garfias si su mujer la querría, para mandársela. Cuenta que la niña es habilidosa, sabe castellano, y es muy aseada, que se baña todos las mañanas como lo hace la gente de su pueblo –costumbre que Portales compartía y que, muy penosamente para él, la mayoría de los demás chilenos de la época no. Luego la envía donde Garfias, junto con miel y chicha, con el primer carretero que acepta llevarlas, y al que ni siquiera conoce. Más o menos una semana después pregunta si estas “encomiendas” fueron recibidas. Y no se sabe qué respondió Garfias, no se vuelve a tocar el tema. Jorge Guzmán se asombra de lo normal que era para todos en ese tiempo «el regalo de una persona», y además espanta el poco cuidado que se pone en la custodia de esa niña. La pesada verdad es que hasta no hace tanto tiempo era normal que llegaran, ya no niñas, pero sí muchachas, desde el sur, en calidad de nanas vitalicias. Me imagino que hoy la obra de teatro Mama Rosa puede resultar tan complicada de representar como Lo el viento se llevó para los gringos, pero no me extrañaría que mucha gente aún la encuentre sencillamente preciosa. Yo al menos, sea en Portales o en Homero, cuando leo me guardo mis arrebatos morales para cuando vaya a hacerme el lindo en alguna parte. No me parece que seamos mejores que la gente de la época de Portales. Esa niña no creo que hubiera estado mejor en el SENAME, para decirlo con toda claridad. Lo que sí, pienso mucho en ella, con sentimientos muy enquistados, más que en cualquiera de los cientos de personas que aparecen en el epistolario.


-El epistolario, dices, “ostenta las marcas más claras —parcialidad, fealdad, crueldad— de esa forma chilena de habitar, construir y pensar que de alcanzar lo sublime lo hace por un camino o embarrado o polvoriento”. En algunas filosofías se suele hablar de “bello y sublime”, quizás aquí habría que hablar de “feo y sublime”. ¿Qué es lo feo en el epistolario y por qué sería sublime, o en qué radica, según tú, el arte en esa fealdad?

-Antes que en términos filosóficos, lo digo en términos más bien sociológicos o costumbristas. Cualquiera que haya viajado ha notado la precariedad de las artesanías chilenas, lo feas e incluso horribles que son los monumentos chilenos, y casi todo lo hecho por la mano del hombre en este país. Ese supuesto indígena de la Plaza de Armas, ¿cómo es posible que siga ahí? ¿Y esos fierros azules horripilantes en Estado con Alameda? ¿Y las porquerías que hacemos con el lapislázuli? El filósofo Rivano, de vuelta por Chile el año 1989, se asombra de la fealdad imperante. En países mucho más agitados y violentos que Chile, en México o en Colombia, por ejemplo, me he asombrado yo encontrando que todo es lindo: las estatuas, la música, la ropa, las artesanías, los adornos. Los adornos sobre todo, lo que adornan lo dejan precioso. Nosotros somos incapaces de adornar, si adornamos la embarramos. O comparemos estas dos películas: La nana con Roma. Teniendo el mismo tema, en una todo es horrible y en la otra todo es bello. La cara del personaje mexicano es simétrica, el personaje chileno tiene ese rictus torcido, desencajado, que uno acá ve por todas partes, sobre todo en el espejo. Y nos gusta así. Yo al menos he visto La nana tres veces, y con gusto la vería de nuevo. Roma una vez y listo, muy bonita, gracias. Solo en Salazar he encontrado una explicación general de este fenómeno, con su descripción de esa placa tectónica ignorada de la sociedad chilena, los mestizos. Y por supuesto estas caracterizaciones nacionales son necesariamente exageradas. Llegando ahora al aspecto filosófico del asunto, y como dice la principal de las veinte verdades peronistas: la única verdad es la realidad. Y la realidad es en buena parte fea y mala. Roberto Parra apuntaba a esto cuando decía que él era del realismo real. Que lo feo y lo malo pueda ser sublime tampoco es ninguna novedad, basta con meterse en Dante un poco. Como lo ácido, y lo amargo, y hasta lo podrido, son esenciales en la gastronomía, lo feo y hasta lo perverso son esenciales en el arte.

-La imagen de Portales a la luz de estas cartas sigue siendo, y quizás más profundamente, la de déspota o dictador, implacable, cruel, contradictorio, voluntarioso; sin embargo le agrega una característica, la de ser buen escritor. ¿Crees que esto afecta o trastoca de algún modo aquella imagen?

-Jocelyn-Holt me aclaró mucho este punto al decir que, en mi concepto, el escribir bien de algún modo salva a Portales. Interpretación que suscribo por completo, si se entiende esa «salvación» en sentido hegeliano, o sea, como una condena en un nivel superior. Sinceramente, como dictador Portales no me parece gran cosa. Con ser Chile un país tan chico, y con una historia tan breve, no logra ser el mayor dictador chileno, y ni siquiera es el primero cronológicamente. Atropellos y crímenes mayores que los suyos han sido cometidos durante gobiernos legítimos. Si no fuera el escritor que es, nos habríamos olvidado de él hace rato, sería un tema académico. La monstruosa potencia mítica de su figura surge en primer lugar de su carácter, digamos de su anecdotario, pero no hubiera sido suficiente. Como dice Manuel Vicuña, su verdadera fama comienza cuando empiezan a conocerse sus cartas. Sobre el recuerdo de su carácter, y sobre sus cartas, se levanta el que va ser en adelante el mito más poderoso de Chile, se volverá el tótem de ese transversal partido del orden que va lograr por fin, desde Aylwin hasta el pingüinazo, tener su época dorada. El epistolario, más que modificar ese tótem, lo crea en su mayor parte, más allá de la voluntad de su autor. Es inconmensurable el efecto que ha tenido la lectura de estas cartas en generaciones de lectores. Podemos ver claramente que sus cartas transformaron la historiografía de Chile (y la peruana y la boliviana), eso es evidente. Cuánto transformaron los actos de lectores poderosos, es más complicado de medir. Un ejemplo particularmente ominoso es la carta del 4 de marzo de 1832: ahí está en germen la idea de una caravana de la muerte. 

-¿Hay fragilidad en algún momento en el personaje de estas cartas, si no expresamente, quizás al trasluz, no sé, en eso de hacerse el sentido con los amigos, por ejemplo, o en algún otro rasgo?

-Cuesta mucho saberlo, porque es una persona muy manipuladora. De algunos momentos de aparente debilidad, que han enternecido a más de un lector, desconfío más cuanto más los leo. Como decía, se les puede encontrar algún propósito más o menos velado, y nada de débil. Además, no hay casi nada de su correspondencia con amantes y familiares más cercanos. Pero no dudo de que su juicio se debilita en los últimos años. Parece olvidar un principio básico: los paranoicos también tienen enemigos. Cae inocentemente en una trampa para la cual había muchos motivos, que él conocía bien: el motivo principal era él mismo. Hubo bastantes señales, y encima fue directamente advertido. Como es difícil de entender que terminara de esa manera, Bunster sale con la idea de que Portales quiso que lo mataran, a la manera de Cristo, para fundar el futuro de Chile sobre su propio sacrificio. Esto no pasa la prueba de la risa, pero lo cuento para se vea lo que puede provocar Portales en lectores pre-críticos.



Cartas personales de Diego Portales
Adán Méndez (estudio y antología)
Ediciones UDP, 2020.