MARIO BUNGE: POR LA RAZÓN Y LA CIENCIA

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El filósofo y físico argentino visitó Chile para hablar a favor del rigor y contra lo que llama pseudociencias. Su paso por el país coincide con la llegada de Entre dos mundos, el libro donde cuenta sus 95 años de vida, personal e intelectual. En esta conversación habla de ciencia, de filosofía y de política: "Para reformar la sociedad hace falta mucho conocimiento", dice. 


Juan Rodríguez M. 

Según Nietzsche, la voluntad de sistema es una "falta de honestidad". Mario Bunge es, entonces, un deshonesto. (Aunque viniendo el calificativo de parte de Nietzsche -"yo no puedo tomar en serio a Nietzsche porque era un ensayista, un panfletario, porque nunca daba razones"-, seguramente, este físico y filósofo argentino radicado en Canadá lo tomaría como un halago). Bunge es, aunque cada vez menos, un caso raro dentro de la filosofía latinoamericana: nada de Hegel, Heidegger o Derrida. Sino que Russell (a uno de sus hijos le puso Eric Russell), Quine o Popper. En realidad tampoco, pues para él la filosofía no se trata de seguir nombres, sino problemas; pero no del tipo "¿qué es el ser?", "¿por qué hay algo en lugar de nada?" o "¿la esencia precede la existencia?", sino aquellos como "¿las cosas son manojos de propiedades?", "¿hay clases naturales?" o "¿qué es la mente?". De ahí, entonces, su proyecto intelectual -construir un sistema filosófico; esto es, una filosofía a la vez exacta y de acuerdo con la ciencia actual-, concretado en una obra que va en los setenta libros -entre ellos los ocho volúmenes de su "Tratado de filosofía"- y centenares de artículos.

"Me gusta mucho su trabajo en filosofía de la ciencia y metafísica de la ciencia", dice Cristián Soto, profesor de la Universidad de Chile, asentado por estos días en Australia donde realiza su doctorado en metafísica de la ciencia; precisamente uno de los temas de Bunge. "Tal vez él y Torretti estén entre los pocos que han hecho algo decente en filosofía de la ciencia en nuestra región -dejando a un lado a Brasil y sus genios como Newton da Costa-", agrega.

El siglo y la economía

"De Bunge en particular admiro muchísimo sus trabajos tempranos sobre metafísica científica, de 1971, y su The furniture of the world de 1978 (tercer volumen de su tratado, traducido como 'El moblaje del mundo'), que anticipan la discusión sobre el tema que ha tenido lugar en los últimos siete años", comenta Soto. "En eso creo que mostró muchísima genialidad y penetración en la especulación filosófica. Es un filósofo interesante, aunque poco conocido en nuestro país".

Que su pensamiento no es muy estudiado en este lado del mundo, y en general en Sudamérica -a pesar de que en 1982 ganó el Premio Príncipe de Asturias-, lo revela, por ejemplo, el hecho de que su tratado -publicado en inglés entre 1974 y 1989- recién está siendo traducido al español por la editorial Gedisa. En él, Bunge le da cabida a problemas como la verdad, la realidad, el conocimiento, las ciencias naturales y sociales, el bien, la acción, la política, la moral, los valores, lo social. Las respuestas que da a esos y otros asuntos cada cual podrá estudiarlas (por ejemplo, en Ontología I. El moblaje del mundo y Cápsulas, que están en librerías). Pero a modo de resumen digamos que este hombre de 95 años es realista -el universo existe independientemente y antes del sujeto, y puede ser conocido-; materialista -las ideas son procesos cerebrales-; sistemista -todo en el universo es un sistema o un componente de un sistema-; cientificista -todo conocimiento debe seguir el modelo de la ciencia-; humanista -la actividad científica y tecnológica debe contribuir a mejorar el estilo de vida y no a la miseria y a la guerra-, y agatonista -hay que disfrutar la vida, o sea vivir bien, y ayudar a vivir, o sea, hacer el bien-. También es socialista, pero eso lo explicará él mismo más adelante.

Bunge visitó Chile la semana pasada para participar en un congreso organizado por la Asociación Escéptica de Chile (cuyo eslogan -"por la razón y la ciencia"- sirve de título a este artículo), donde realizó las conferencias: "Pseudociencias, el cáncer de la sociedad" y "Elogio al cientificismo". Su paso coincidió con el arribo a Chile de sus memorias, Entre dos mundos (Gedisa y Eudeba, distribuye Océano), publicadas este año, y que estarán disponibles también en la Feria de Libro de Santiago. En ellas relata, cual informe, su vida personal e intelectual.

-Usted vivió buena parte del siglo XX, ¿qué juicio hace de la centuria pasada?
-Fue el siglo más terrible de la historia, con dos guerras mundiales, muchos regímenes totalitarios y muchas crisis económicas. Al mismo tiempo, fue un siglo de grandes revoluciones científicas, como la relatividad, la cuántica, la teoría sintética de la evolución y la neurociancia cognitiva. En cambio, no hubo pensamiento nuevo en las ciencias sociales, en particular en teoría económica; los profesores de economía siguen repitiendo los mismos errores que se proclamaron a fines del siglo XIX.

-¿Qué errores?
-Las fantasías de la microeconomía neoclásica de que todos somos agentes libres, de que todos somos egoístas, codiciosos, de que a todo acontecimiento se le puede adjudicar un valor y una probabilidad, y, finalmente, que el mercado siempre está en equilibrio, y que cuando se aparta del equilibrio vuelve automáticamente al mismo. Pero afortunadamente la macroeconomía está en mejor estado desde las investigaciones de John Maynard Keynes. Sin embargo, los gobiernos se hacen asesorar por economistas dogmáticos, ninguno de los cuales ha predicho ninguna crisis y ni siquiera las han explicado a posteriori.

Locos y criminales

Bunge es un defensor del proyecto ilustrado; de Holbach, Diderot, Helvétius y La Mettrie. Piensa que la ciencia nos permite conocer la naturaleza y la sociedad. "Para reformar la sociedad hace falta mucho conocimiento. Cuando uno improvisa políticas corre peligro de fracasar, o de mandar a la matanza a millones", dice. Es, por lo tanto, enemigo de lo que llama "oscurantismo" -de la "pseudociencia" y la "pseudofilosofía"-; o sea, de asuntos como la homeopatía, la parapsicología y la astrología, pero también del psicoanálisis, el existencialismo, el posmodernismo, el feminismo, la teoría crítica, la fenomenología, la teoría de la elección racional, la hermenéutica, entre otras populares innovaciones intelectuales del siglo XX.

No se cansa de fustigar a prohombres como Nietzsche, Freud, Heidegger, Adorno, Foucault, Derrida y Vattimo. "A mí me interesa una filosofía que ayude a vivir, no una filosofía lacrimosa como la de Heidegger, que habla del temor a la nada o a la muerte; ni una filosofía nihilista, como la de Nietzsche, que niega todo, todo lo bueno: niega que exista la benevolencia, la cooperación, la ayuda mutua, es una filosofía de guerra, es una filosofía de agresión", explica. "Dicen que Heidegger fue un filósofo nazi. No, no es cierto, no fue un filósofo, fue un charlatán, un servil de Hitler".

-¿Qué opinión tiene de la filosofía del siglo XX?
-La filosofía del siglo XX se caracteriza por su estancamiento, no ha habido progreso, más bien al contrario, ha habido decadencia. Se ha tomado en serio a locos como Husserl y a criminales como Heidegger. Algunas frases de Heidegger que no tienen sentido se han tomado como el súmmum de la sabiduría. Por ejemplo, en su libro Ser y Tiempo, dice que el tiempo es la maduración de la temporalidad , y en su Carta sobre el humanismo, que el ser es ello mismo. Nada de eso tiene sentido. Pero como esos disparates se dicen en alemán y como se supone que la filosofía alemana es tan buena como los autos alemanes, está lleno de tontos que se las tragan.

Socialista, pero...

No debe llamar la atención que este filósofo se pasee desde la ontología hasta la ética, pasando por la epistemología, entre otras ramas de la filosofía; tampoco que se nutra de y piense desde la física hasta la sociología, pasando por la biología, la psicología y otras ciencias. Así lo explica él: "La especialización en filosofía es una contradicción en los términos. El filósofo es un generalista, el que se especializa no logra nada. Supongamos a alguien que haga filosofía política y que desdeñe la ontología, la teoría del conocimiento, la filosofía de la mente, la filosofía social, etcétera, no va a lograr cosas. Es lo que pasó con John Rawls, no tenía una filosofía amplia, se ocupó de un solo concepto, el concepto de justicia, y no tuvo en cuenta que los problemas sociales, en particular el problema de la injusticia, son problemas sistémicos. No hay ninguno que sea aislable de los demás".

Se entiende, entonces, que Bunge fustigue a aquellos científicos sociales que, piensa, no merecen el apelativo de científicos: "Por ejemplo, los marxistas de hoy día leen a Marx, en lugar de estudiar la realidad social como lo hizo Marx".

-Usted es socialista.
-Sí, pero es un socialismo de un tipo muy especial. Yo aspiro a una sociedad de socios. Rechazo el estatismo, que los comunistas han confundido con el socialismo. Aspiro al cooperativismo, que los marxistas han considerado como distracción reformista. Para mí, la empresa ideal es la cooperativa. ¿Por qué?, porque los cooperantes, los miembros de una cooperativa, no solamente comparten sus beneficios, sino también sus riesgos, y todos ellos contribuyen, de alguna manera, a la realización de la empresa. Los socialistas debieran ser entusiastas de la cooperación, como lo fueron hace más de un siglo.

-¿Qué ejemplos de empresas cooperativistas conoce?
-Hay ejemplos muy importantes. En Italia hay centenares de miles de cooperativas. En Suiza las dos principales cadenas de supermercados son cooperativas. En España la empresa Mondragón, una cooperativa, es la décima empresa de la economía española. En la India hay centenares. Y, por supuesto, todas las sociedades primitivas son cooperativas.

-¿Su posición política se vincula con sus posturas teóricas?
-Sí, es un aspecto de mi sistemismo. Esta filosofía se opone al individualismo, según el cual no hay sistemas sociales, y también se opone al globalismo, que se niega a analizar los sistemas sociales y, por lo tanto, impide el control de los mismos.

Problemas, no autores

Mario Bunge no es, entonces, un deshonesto. Es filósofo, científico y socialista. Vive hace décadas en Canadá, pero todos los años visita su patria durante un mes para dirigir el Seminario de filosofía de las ciencias que realiza en la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales, de la Universidad de Buenos Aires.

-¿No en la de Filosofía?
-No, ahí no se interesan por problemas filosóficos. Se intereresan por autores. No les pregunte a ellos sobre la justicia, la libertad, el espacio, el azar, la causalidad, la vida.


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Entrevista publicada el 19 de octubre de 2014 en "Artes y Letras" de El Mercurio.