EL NOBEL SE QUEDO SIN PARRA
Además de las entrevistas furtivas, de poner el prefijo «anti» en todo lo que se refiera a él y de usar su apellido en lugar de una palabra que suene parecida, otro género que se desarrolló en torno al antipoeta fue el de «candidato al Nobel». Lo postularon seis veces y sonó en más ocasiones. Él se dejaba querer, no participaba, pero tampoco se negaba a que otros llevaran adelante las campañas. Aquí las recordamos.
Juan Rodríguez M.
Que fue culpa de su té con Pat Nixon, que su ex pareja sueca —Sun Axelsson— se encargó de cerrar la posibilidad, que no se podía premiar a un tercer poeta chileno, que la geopolítica, que no se opuso con suficiente claridad a Pinochet, que esto y lo otro. Muchas fueron las historias para explicar por qué Nicanor Parra (1914-2018) no ganó el Premio Nobel de Literatura. (También existe la posibilidad de que la Academia Sueca simplemente no creyera que su obra tuviese los méritos.)
Cómo sea, lo cierto es que, tras su muerte, Parra —que el año 2004 le dijo a una periodista que había escrito su epitafio: «Aquí descansan los restos de un candidato al premio Nobel de Literatura»— pasa a engrosar la lista de ilustres no reconocidos por el máximo galardón literario, un club al que no deja de ser un lujo pertenecer: Tolstoi, Borges, Proust, Rulfo, Rilke, Fuentes, Woolf, Cortázar, Chéjov, Conrad, Joyce, Pavese y Nabokov, entre otros.
No se puede decir, sí, que no se hizo el esfuerzo.
Lihn lo propone, pero…
La empresa comenzó en 1969, cuando un grupo de estudiantes estadounidenses, entre ellos Partricio Lerzundi, inició «una campaña de bajo nivel», de acuerdo a lo que Lerzundi cuenta en un artículo de la revista Qué Pasa. Dos años después ganó el Nobel… Pablo Neruda. Y al año siguiente, en 1972, cuando Parra trabajaba en la Universidad de Nueva York (NYU), su nombre fue mencionado, ya formalmente, como merecedor del Nobel por el propio Lerzundi, en un texto publicado en The Columbia Review. Según se lee en el libro Parra a la vista, la moción recibió el apoyo de la Sociedad Hispanoamericana de Nueva York.
También el 72, pero en Chile, otra persona tuvo la misma ocurrencia: Parra merecía el Nobel. Fue Enrique Lihn, quien propuso la idea durante la presentación de Artefactos. Con la condición, sí, de que se lo dieran primero a Borges.
En 1993 hubo una campaña, digamos informal, que incluyó rayados y afiches en Santiago: «¡Parra al Nobel», se leía algunos muros. (Fue ficcionada por Antonio Díaz en su novela La soga de los muertos.) Pero recién en 1995, también desde la gran manzana, llegó la primera postulación oficial: fue iniciativa de Marlene Gottlieb, de la NYU, quien coordinó un comité en Estados Unidos, y logró el apoyo del Instituto Cervantes de la misma ciudad.
La segunda postulación la encabezó la Universidad de Concepción, en 1997. Tres años después, el grupo Machitún-2000 inició una campaña para ir por un nuevo intento, que se concretó en 2001 con el patrocinio de la Universidad de Chile y el apoyo del Consejo de Rectores y de las universidades Complutense de Madrid y de Valencia.
Puras derrotas.
En 2004 Parra asumió como director honorario de la Escuela de Literatura Creativa de la Universidad Diego Portales (UDP). Para la ocasión dio una clase magistral que duró tres minutos, según una crónica publicada en La Segunda. A la salida lo abordó la periodista Patricia Schiller. Habían pasado tres años desde la última apuesta por el Nobel.
—¿Se siente triste por no haber ganado el Premio Nobel? —le preguntó la periodista.
—Pienso que deberíamos cambiar de tema.
—¿Sigue pensando en que es más fácil ganarse el Kino que el Nobel?
—Ni siquiera pienso en el Kino. Claro que preferiría ganármelo de todas maneras, pero no sé dónde venden boletos. ¿Usted podría regalarme uno?
La última vez
Tal vez esa clase magistral de 2004 ya preparaba una nueva y, ahora lo sabemos, última intentona al Nobel. Encabezada ocho años más tarde, precisamente, por la UDP.
En enero de 2012 Michel Bachelet era la directora de ONU-Mujeres. Con esa envestidura mandó una carta a Suecia: «Es para mí un honor, pero sobre todo una gran satisfacción dirigirme a esta distinguida Academia para proponer la candidatura del poeta chileno Nicanor Parra Sandoval al Premio Nobel de Literatura», decía el texto. Un mes después, se envió la última postulación, con ese respaldo incluido.
Visada por Parra, la preparó la UDP con la colaboración del Consejo de la Cultura. Se armó una caja, diseñada especialmente para la ocasión, dentro de la cual iban apoyos de autoridades y académicos de distintas universidades —como Brown, Pompeu Fabra, Leiden, Poitiers y la Universidad de Chile—, textos escritos para la ocasión, o recopilados, de Harold Bloom, Juan Gelman, Ilan Stavans, Roberto Bolaño, Carlos Franz, Isabel Allende, Raúl Zurita, Rafael Gumucio y Alejandro Zambra, entre otros. También apoyaron la Fundación Neruda, el Amherst College (Massachusetts), el arquitecto Borja Huidobro, el artista Alfredo Jaar, la soprano Cristina Gallardo-Domâs y el entonces secretario general de la OEA, José Miguel Insulza.
En la caja iban los dos volúmenes de las Obras completas de Parra, una selección en inglés de su trabajo, muestras de sus creaciones gráficas y un número especial que le dedicó el semanario The Clinic. Hasta se hizo un seminario sobre su obra, en Estocolmo. Y en mayo lo apoyó el entonces presidente Sebastián Piñera.
No ganó. Quizás porque ese año, según una costumbre no escrita, le tocaba a un narrador. Tal vez fue lo mejor, porque cuando ese mismo año le dieron el Premio Neruda, dijo: «Me voy a querellar contra los responsables». Imaginen qué le hubiese hecho a los suecos si le daban el Nobel.
Izquierda y derecha unidas
Después de Lihn, fueron muchos los escritores y críticos que desearon que Parra ganara el premio, aunque sabían que no lo iba a ganar, cuestión que en realidad poco les importaba. Sólo por citar a algunos: Harold Bloom, Armando Uribe, José Miguel Ibáñez (Ignacio Valente), Julio Ortega, Diamela Eltit, Ignacio Echevarría y Nials Binns. Hasta lo dijo Gonzalo Rojas en 2006, cuando fue postulado en paralelo a Parra: «El Premio Nobel no es para mí. No podría soportar algo así», dijo. Y agrego, quizás con sarcasmo: «¿Por qué no se lo dan a Nicanor Parra, que está en la línea de quienes aspiran al Nobel?»
Incluso, en febrero de 2012, el primer acuerdo del año que alcanzaron la izquierda y la derecha fue que Parra merecía el Nobel. «Nicanor Parra es Patrimonio de la Humanidad», dijo Ignacio Walker, entonces presidente de la DC, a El Mercurio. Marco Enríquez-Ominami, que presidía al PRO, lo llamó «Nobel de los díscolos». Iván Moreria, vocero de la UDI, lo califico de «genio». Carolina Tohá, que encabezaba al PPD, dijo que era «único», además de «violento y tierno». También se sumaron al acuerdo mediático Mario Desbordes (RN) —«es un gallo genial»—, Osvaldo Andrade (PS) —«montaña rusa»—, Guillermo Teillier (PC) —«continuidad rupturista»— y José Antonio Gómez (PR), quien lo la llamó un «buscador incansable».
En Hojas de Parra (1985), el poeta creó una solución para por fin tener un Nobel: «El Premio Nobel de Lectura / me lo debieran dar a mí / que soy el lector ideal / y leo todo lo que pillo: // leo los nombres de las calles / y los letreros luminosos / y las murallas de los baños / y las nuevas listas de precios // y las noticias policiales / y los pronósticos del Derby / y las patentes de los autos […] por eso pido que me den / el Premio Nobel de Lectura / a la brevedad imposible».
Otra solución «a la neurosis del Nobel» la dio en una entrevista con La Tercera, en 2015. Más bien es una explicación de por qué no lo iba a ganar. Citó su poema “Epitafio”: «Yo soy Lucila Alcayaga / alias Gabriela Mistral / primero me gané el Nobel / y después el Nacional. // A pesar de que estoy muerta / me sigo sintiendo mal / porque no me dieron nunca / el Premio Municipal». Y luego agregó: «Después de eso, compadre, ¡no hay n-a-d-a qué hacer!».
No hablar
En 1991, en Guadalajara, Parra ya había sentenciado su suerte en el discurso que leyó cuando recibió el Premio Juan Rulfo: «DESPUÉS DEL RULFO SUEÑA CON EL NOBEL? / Me pregunta al oído una prostituta / Como si yo fuera la Susana San Juan / Y ella el padre Rentería // Y yo le respondo con otra pregunta: // Si no se lo dieron a Rulfo / Por qué me lo van a dar a mí?»
Dicen que después de la última postulación, a Parra dejó de importarle el premio. Y que se puso feliz cuando ese año, 2012, se lo dieron a Mo Yan, el escritor chino. ¿Por qué? Porque en español Mo Yan significa «no hablar» y, según el antipoeta, esa era su postura.
Ya es seguro: Nicanor Parra se quedó sin el Nobel.
El Nobel se quedó sin Nicanor Parra.
Tal vez llegue el día en que su nombre aparezca en los archivos con las deliberaciones, esos que la Academia Sueca desclasifica cincuenta años después de entregado un premio. Entonces podríamos decir con certeza que fue candidato. Y si no, ¿importa? Que responda él, o no: «Usted sabe que sólo existe un premio grande. Los demás son premiecitos». «El Premio Nobel está barato, pero no regalado». «Creo más en el Kino que en el Nobel». «Al paso que vamos me lo darán por razones humanitarias». «Voy a aceptar el Nobel a condición de que no me lo den nunca más».
------
Versión del artículo publicado el miércoles 24 de enero de 2018 en Cultura de El Mercurio.