JAY WINTER: LA GUERRA TOTAL Y SUS CONSECUENCIAS

Profesor de la Universidad de Yale y autor de varios libros sobre la Primera Guerra Mundial, Winter habla aquí acerca de las distintas maneras en que se recuerda el conflicto, pero sobre todo subraya el costo humano de la que para él es la última guerra del siglo XIX y la primera guerra industrializada del XX. "Sin las batallas del Somme y de Verdún, donde las bajas llegaron a millones, Auschwitz nunca hubiese sucedido".


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Juan Rodríguez M.

El año pasado en The Times, el historiador Ben Macintyre habló de "la última batalla de la Primera Guerra Mundial". "Se suponía que aquella sería la guerra que pondría fin a todas las guerras -escribió-. Pero casi cien años después de su inicio, hay poco acuerdo sobre lo que significó esa guerra, por qué sucedió y cómo debería ser recordado el brutal conflicto que duró cuatro años, costó millones de vidas y dejó una cicatriz permanente en la faz europea".

¿Hay que verlo como un desangramiento inútil y un conflicto manejado con ineptitud?, se preguntaba. ¿O se trató, al contrario, de una lucha necesaria, incluso heroica, para frenar el imperialismo alemán?

Para Jim Winter -historiador estadounidense especialista en la Primera Guerra Mundial- la pregunta crucial es otra: "¿Cómo honrar a aquellos que murieron en la Gran Guerra sin honrar a la guerra misma? La única manera de hacer eso -dice- es eliminar la palabra 'celebración' del calendario conmemorativo. No hay nada para celebrar que pudiese justificar diez millones de muertos. El punto clave es que la guerra iniciada en 1914 no fue una guerra en que pelearon las masas; lo que ocurrió en 1914 fue la última guerra del siglo XIX. Pero con el fin de esa etapa, tras la llamada Tregua de Navidad de fines de 1914, comenzó la primera guerra totalmente industrializada del siglo XX".

Winter es profesor de la Universidad de Yale, autor de libros como The Experience of World War I y The Great War in European Cultural History; editor de los tres volúmenes de The Cambridge History of the First World War, que se publicará en marzo; ganador de un premio Emmy como coproductor y cocreador de la serie documental "The Great War and the shaping of the twentieth century", y cofundador del Historial de la Grande Guerre, un museo y centro de investigación internacional, en Somme, Francia, dedicado al conflicto. 

Guerra civil europea


"La Segunda Guerra no fue en ningún sentido una mera continuación de la Primera. El Ejército de Hitler no era el Ejército del Kaiser; el Ejército de Stalin no era el Ejército del Zar, y la guerra en el frente oriental (se refiere a la del cuarenta) estuvo definida por un objetivo distante del que se buscó en el campo de batalla de 1914-18: la exterminación", explica Winter. Pero, agrega: "Aspectos de la Primera Guerra Mundial -en particular el genocidio armenio- prepararon el camino para Treblinka y Auschwitz. El imaginario de montones de cadáveres apilados como fósforos viene de Verdún, mucho antes de que cualquiera oyera de Auschwitz. Las líneas de montaje de muerte aprobadas por el Estado sucedieron mucho antes de que los nazis tomaran el poder en 1933. Sin las batallas del Somme y de Verdún, donde las bajas llegaron a millones, Auschwitz nunca hubiese sucedido".

Para Winter, las dos guerras mundiales y el período entre ellas, no fue otra cosa que una "guerra civil europea". Así lo explica: "El conflicto de 1914-18 se convirtió en una guerra civil europea cuando los bolcheviques tomaron el poder en 1917. Ellos inspiraron la aparición de un movimiento comunista mundial y un movimiento contrarrevolucionario que tomó la forma de fascismo en Italia y Alemania, y de una suerte de nacionalismo católico reaccionario en España. Este marco también deformó a la sociedad soviética hasta convertirla en una caricatura de una sociedad que anhela la igualdad. Stalin solo creó la igualdad del Gulag y la tumba".

-¿Existió en Europa una Belle Époque que desapareció con la guerra?
-La Belle Époque es una ilusión. Antes de 1914 Europa estaba desfigurada por la violencia doméstica -sirvan de testimonio las dos guerras de los Balcanes en 1912 y 1913- e internacional -con las masacres que acompañaron al régimen belga en el Congo y la supresión de la rebelión de los bóxers en China, por ejemplo-. La sociedad europea no era ajena a la violencia, pero llegó a parecer apacible puesto que la mayoría de la violencia infligida por ella fue contra personas no-blancas. Eso cambió para siempre en 1914, cuando la violencia imperial desgarró a Europa misma.

-¿En qué medida el mundo que vivimos se explica por la Primera Guerra?
-Hay muchas facetas de nuestras vidas que se pueden remontar a la guerra. El fenómeno de la fatiga o estrés de combate (shell shock) mostró que hombres perfectamente sanos pueden volverse locos bajo ciertas presiones sociales; todo el mundo de la psicoterapia que hoy damos por sentado surgió en respuesta al  estrés de combate. Cuando hoy vas a la consulta de un dentista, seguramente habrá novocaína (un anestésico local), que es una innovación dental de la Primera Guerra Mundial. Pero más allá de estos desarrollos médicos, se gestó también una sensación de que la guerra no se podía controlar: se requirió una Segunda Guerra Mundial, y mucho más, para deslegitimar completamente la guerra, para hacer de ella una forma monstruosa de conflicto político. Con seguridad, la lección de la Primera Guerra Mundial, en Europa, es que la guerra no es más un camino legítimo o un conducto para resolver nuestros asuntos. La Unión Europea se basa en este reconocimiento. En otras partes del mundo la guerra todavía tiene sus defensores; en Europa, en cambio, la guerra tiene un gusto a cenizas. Esas cenizas son los restos de diez millones de hombres en la guerra de 1914-18.

-¿Cuáles fueron las consecuencias migratorias y culturales de la guerra?
-La Gran Guerra creó a los refugiados como ícono del siglo XX. Sólo en Rusia en 1917, uno de cada cinco civiles se estaba desplazando, alejándose de la guerra y luego de la revolución y la guerra civil que la siguió. Millones de asiáticos, africanos y sudamericanos se desplazaron a las zonas de guerra; eran soldados y trabajadores que vieron lugares y relaciones sociales desconocidas para ellos. Si por un lado la guerra fue el apogeo del imperialismo, con todos estos hombres negros, cafés y amarillos que llegaron a ayudar a la causa aliada, fue también el comienzo del fin del imperialismo.

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Fallecidos hace tiempo los hombres que combatieron en la guerra, ya no existe una memoria directa del conflicto. Tenemos memorias de esas memorias, dice Winter, historias familiares. También las millones de fotografías que tomaron los soldados, álbumes familiares y cartas. Hay poesía, prosa y ficción escritas por quienes combatieron "y sus seres queridos". Por supuesto están los libros de historia y, cómo no, internet. "Lo más importante entre todas estas fuentes son los registros visuales de la destrucción que la guerra causó a los hombres, las mujeres y el paisaje; después de todo, lo que vemos importa mucho más que lo que leemos", cree Winter, quien recomienda la web del Museo Imperial de la Guerra (www.iwm.org.uk): "Es el mejor sitio de internet sobre la Guerra Mundial. Su biblioteca fotográfica es la mejor del mundo. Y el portal llamado 'Europeana' (www.europeana.eu) le permite a cualquier persona entrar en las vastas colecciones nacionales".

-De los últimos libros sobre la guerra, ¿cuáles destaca?
-Hay muchos libros importantes sobre la guerra que han aparecido recientemente. The Sleepwalkers, de Cristopher Clark, tiene la ventaja de mostrar la manera en la que todos los líderes de Europa dejaron que la paz del mundo se les escapara de las manos malinterpretando y subestimando constantemente a sus adversarios. Es una historia saludable, debería ser lectura obligatoria para los líderes actuales.

-¿Cómo se recuerda la guerra en Europa?
-Hay tres regímenes de memoria vigentes. En el este -en Polonia, Rusia y Ucrania-, 1914 fue eclipsado por 1917 y la Revolución Rusa. En Europa central, desde Alemania hasta Italia y Austria, 1914 fue eclipsado por 1933: el fascismo fue una catástrofe que ocultó la catástrofe previa de 1914-18. En Europa occidental y el Reino Unido, es la catástrofe que puso en movimiento el resto del siglo XX. No hay una sola memoria europea de la Gran Guerra.

Sin embargo, Winter cree que la historia de la guerra que editó en Cambridge es un ejemplo de que es posible desarrollar una perspectiva común sobre la misma: "Allí presentamos el trabajo de sesenta historiadores que han desarrollado una visión transnacional de la guerra, según la cual esta transformó la distribución global del poder, minó los regímenes imperiales y cambió las instituciones de la guerra", explica. Sobre este último punto, vaya un ejemplo: "Para 1918 ya no había distinción entre blancos civiles y militares. En la guerra total nadie está a salvo".


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*Publicada en Artes y Letras de El Mercurio el 4 de marzo de 2014.