MANUEL REYES MATE: "LA CULTURA OCCIDENTAL ES LA CULTURA DEL OLVIDO"

Héctor Aravena/El Mercurio

Contra esa tradición, este cultor de la memoria, que visitó Chile para participar en el IV Congreso Iberoamericano de Filosofía, cree que recordar es el camino para hacer justicia a las víctimas de la violencia política y para avanzar hacia sociedades reconciliadas. La memoria abre heridas, pero es necesaria, dice.


Juan Rodríguez M.

Manuel Reyes Mate o, simplemente, Reyes Mate, como firma sus libros, ha sido periodista y político, pero sobre todo es un filósofo dedicado a cultivar la memoria histórica. Es español, nació en 1942 en Valladolid, estudió en su país, luego en Francia y Alemania. Dirige la Enciclopedia Iberoamericana de Filosofía, un proyecto editorial de más de treinta volúmenes. También es impulsor, ex director y miembro del Instituto de Filosofía del Consejo Superior de Investigaciones Científicas de España.

Pero principalmente, como decíamos, es cultor de la memoria. O más precisamente, de la memoria después de Auschwitz: desde los noventa es el principal investigador del proyecto La filosofía después del Holocausto. Pues, piensa, después de ese hecho -y más allá de él- es obligatoria la memoria de las víctimas. "No sólo es el instrumento para evitar la repetición de la barbarie, sino que es también la manera de hacer justicia a las víctimas. Es una forma modesta de justicia, pero es fundamental. Sin esa, no hay ninguna otra", dice.

Ese imperativo que se traduce en libros como La razón de los vencidos, Memoria de Auschwitz. Actualidad moral y política, La herencia del olvido y Tratado de la injusticia, y en una preocupación por las víctimas de la guerra civil española, del franquismo y del terrorismo de ETA. "La memoria es sólo el inicio de un proceso que tiene que acabar en la reconciliación. La memoria no sana nada, no es la respuesta definitiva a nada. La memoria abre heridas, es dolorosa, peligrosa, pero necesaria para que se produzca ese proceso", explica. Y no sólo involucra a los agentes directos de los crímenes, sino también a la sociedad que lo hizo posible ("las ideologías, los que callaron, los que miraron hacia otro lado"). "La reconciliación supone un reconocimiento -de toda la sociedad- de la culpa. Los pasos son: memoria, reconocimiento de la culpa, arrepentimiento, solicitud del perdón y, el punto último, que me parece fundamental, es la recuperación para la sociedad de la víctima y del victimario".

Y al decir eso, Reyes Mate no se queda sólo en el mundo de las ideas: tiene un seminario en una cárcel de ETA, con víctimas y victimarios. "Es difícil -reconoce-, pero es de una riqueza increíble". Allí fue donde un ex etarra, asesino de veinticuatro personas, le dijo: "La culpa son las heridas que ha dejado en mí la violencia". "Ser consciente de eso es fundamental para que la sociedad se construya desde la justicia -explica Reyes Mate-. La culpa no es frente a Dios, la culpa es reconocer el daño que uno se hace cuando le hace daño al otro y, por tanto, la necesidad que tiene de esa víctima para superar su propio daño. Eso quien lo ha escrito magistralmente es Dostoievski en Crimen y castigo, ahí está perfectamente ilustrada mi experiencia de las cárceles".

Invitado a Chile al pasado Congreso Iberoamericano de Filosofía, Reyes Mate conoció el Museo de la Memoria y los Derechos Humanos. Al entrar, lo primero que le llamó la atención fue la pared donde se reseñan las distintas comisiones de verdad que ha visto el mundo. Son más de treinta países, entre ellos Chile. Pero falta uno: "España no estaba y lo he sentido mucho". Y no estaba porque en la península, a pesar de su guerra civil y de las décadas de dictadura franquista, no ha sido posible una instancia como aquella. "En España hay muchos recuerdos y poca memoria. Unos recuerdan a las víctimas del terrorismo [de ETA], otros a las víctimas de la guerra civil, pero rara vez coinciden".

-¿Qué le pareció el museo?
-Me parece muy importante el cultivo de la memoria y un museo es una de esas posibilidades, siempre y cuando se escape al peligro de la "museización" de la memoria. Uno visita ese pasado animado por buenos sentimientos y enriqueciéndose con sentimientos de compasión y con el conocimiento de lo que ocurrió, pero la memoria es mucho más, es la piedra angular sobre la que se construye el presente, y el peligro del museo o de cualquier monumento es el historicismo; es decir, dejarlo como un acontecimiento del pasado que no dice nada hoy.

Desprestigio del olvido


Según Reyes Mate, las cosas han cambiado en los últimos veinte años, y aunque no se atreve a decir que vivimos una época de la memoria, sí afirma que vivimos en un tiempo de desprestigio del olvido: "Ha gozado de un gran prestigio durante siglos, la cultura occidental es la cultura del olvido". Por ejemplo, "para Hegel el progreso es tan importante que inevitablemente se tienen que pisotear algunas florecillas al borde del camino. Eso es lo que yo llamo olvido, ese es el sentido fuerte del olvido. Entonces, el que ahora demos tanta importancia a la víctimas es un cambio epocal en la historia del pensamiento, es una novedad".

-¿Por qué Auschwitz es singular frente a otros horrores anteriores y posteriores?
-Lo específico de Auschwitz es que fue un proyecto de olvido, no tenía que quedar nada. El pueblo judío tenía que desaparecer íntegramente, y la destrucción física debía provocar la destrucción metafísica del judío. Y por destrucción metafísica entiendo que la humanidad olvidara la aportación del pueblo judío. Por eso es un proyecto radical de olvido, de negación. Y por eso quien hable de memoria tiene que referirse a él, porque ahí entiende la importancia de la memoria, pero también la dimensión del olvido.

-¿Cuál es su crítica a la noción de derechos humanos?
-Los derechos humanos empiezan diciendo "todos nacemos iguales y libres", y no es verdad. Si uno migra, por ejemplo, de un país pobre a un país rico, y no tiene papeles, de nada le vale decir que ha nacido libre e igual. Es mucho más importante tener papeles que el primer artículo de la declaración de los derechos humanos. Son aspiraciones, no derechos; si lo fueran, habría instancias internacionales que dirían que es más importante el primer artículo que tener papeles. Eso sería un buen derecho, un derecho que tiene la capacidad de imponerse ahí donde es violado.

-¿Qué le parece el proceso de paz que se lleva a cabo con ETA?
-Bienvenida la paz, bienvenido el adiós a las armas. Muchos amigos míos viven, por fin, relajados, sin tener que salir con escolta o tener que mirar todas las mañanas si debajo del coche hay o no una bomba, ahora pueden pasear con sus hijos por la calle; eso es muy importante. Pero se está produciendo algo muy terrible, y es lo que llamamos la normalización. Es decir, que toda esa sociedad cómplice de la violencia ha conseguido, a través de algo tan democrático como los votos, un poder político que plantea problemas: que la gente que ha estado apoyando a la violencia y, por tanto, el asesinato hasta antes de ayer, sean ahora alcaldes o tengan un poder político. Eso no plantea problemas legales -porque están con la legalidad, su cargo es incuestionable-, plantea problemas morales.


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Entrevista publicada en Artes y Letras de El Mercurio 18 de noviembre de 2012.