BERNARDO CASTRO Y EL TERREMOTO DE 2010: "HAY QUE RECONSTRUIR EL NOSOTROS"
Un año después del terremoto y maremoto de 2010, entrevisté al sociólogo Bernardo Castro. Lo hice en función de su profesión, y de su experiencia como penquista durante el sismo y los días que le siguieron. La idea fue indagar en la necesidad de auto organización que impuso el terremoto, sus características, por qué ocurrió. El artículo se publicó en Artes y Letras en enero de 2011, en una versión muy condensada, como recuadro de una nota principal. La recordé debido a los incendios que han quemado parte de Chile, especialmente por algunos comentarios en Facebook que coincidían en que la catástrofe ha mostrado lo divido que estamos. Entre ellos el que más inquietó, cautivó y me decidió a recuperar la entrevista desde el océano de mi Gmail, fue el posteo de Ricardo Martínez "La fractura final de nuestra convivencia cívica (el incendio del alma)"... Creo que lo que dice Castro tiene que ver con el asunto. Aquí va:
Terremoto, comunidad y comunicación
Pasado el sismo cundió la incertidumbre, pero lejos de paralizarse, la gente se organizó para enfrentar la emergencia. Una disposición que revela virtudes como la solidaridad, pero defectos como la desconfianza hacia el otro que está a unas cuadras de nuestro barrio. Bernardo Castro, un sociólogo penquista que vivió la emergencia, entrega su mirada… de investigador y ciudadano.
Juan Rodríguez M.
Se detuvo el tiempo. Pasada las primeras horas tras el remezón que sacudió el centro sur de Chile, no se sabía nada: el gobierno seguía informando que no ocurriría el maremoto que ya había arrasado las costas de la séptima y octava regiones. Salvo el boca a boca, las comunicaciones de todo tipo estaban cortadas; no había luz ni agua, y en algunos casos la comida era poca (era fin de mes). Comenzó el saqueo de algunos comercios. Se veía que de la autoridad no se podía esperar nada en esos instantes, y no se podía porque no estaba; no podía estar. No había perspectivas futuras ni pasadas, sólo un presente de incertidumbre que colmaba toda la atención de cada uno, un presente que había que resolver. No quedaba sino auto organizarse: compartir el agua y la comida, facilitar los vehículos cuando había que ir a buscar víveres, planificar rondas de vigilancia durante la noche, cercar los barrios, limpiar los escombros, en fin, revivir la comunidad. Sin autoridad, el gobierno volvía a la población.
Cualquiera que estuvo ahí puede atestiguar esa experiencia. Por ejemplo Bernardo Castro -sociólogo de la Universidad de Concepción, trabaja en temas de desarrollo regional y capital social y cultural-, quien vivió todo ese fenómeno social como ciudadano y profesional (de hecho, está dirigiendo una tesis sobre la organización pos terremoto en Talcahuano), y que ya en la tarde de ese sábado y los días posteriores salió a recorrer lugares y vio como en San Pedro, Talcahuano y otras localidades de la octava región la gente tomó el control de su tiempo.
Incertidumbre y desamparo
Ha pasado un año y, como entonces, es tiempo de vacaciones. La Universidad de Concepción está casi vacía, sólo se ve a algunas personas que trotan o juegan fútbol, y uno que otro profesor que la transita; eso y los maestros que trabajan para levantar el nuevo edificio de la Facultad de Ciencias Químicas, pues el anterior se quemó totalmente tras el terremoto. Más allá, después del foro y la biblioteca, está Ciencias Sociales, donde Bernardo Castro aguarda para recordar esos momentos y explicarlos desde la sociología. El 27 de febrero de 2010 él estaba en su casa desde donde vio el incendio de Química: “En los primeros momentos uno no se da cuenta de la magnitud, porque está todo cortado, entonces la primera reacción es de incertidumbre. Pero inmediatamente fui a San Pedro, porque tengo familia allí, y me di cuenta que el puente estaba colgando y que no se podía pasar por el área central, que el edificio Alto del Río estaba tumbado, que habían humeando como seis o siete autos; ahí noté que efectivamente era problemático”.
-¿Qué hacía la gente?
-Cuando ya se hizo luz se vio más la situación y la gente se comenzó a preocupar porque no había agua y a media mañana nos fuimos dando cuenta de la magnitud y de que había realmente un tema de desabastecimiento. Lo que pasa es que el 27 o 28 pagan. Por ejemplo a mí me tocó que la universidad me depositó en el banco y no pude obtener plata hasta diez o quince días después, porque no funcionaba nada. Pero la solidaridad de la gente aquí, por lo que vi en Concepción, Talcahuano, todos los sectores, funcionó bastante bien.
-¿Qué sensación predominaba en las personas?
-Las primeras reacciones fueron de incertidumbre, había un déficit de Estado. El Estado no se hacía presente, y no se hacía presente porque estaba cortada la comunicación, incluso la del gobierno con sus intendentes y gobernadores. Es un hecho grave que hace que las personas tengan una sensación de desamparo. Pero esa actitud de incertidumbre pasa inmediatamente, desde el punto de vista sociológico, a enfatizar el grupo, la familia, el colectivo, la ayuda mutua, la cooperación.
-¿Se vio inmediatamente un fenómeno de auto organización?
-Sí, el nivel de organización de la gente fue bastante alto en los primeros días. Se organizaron en función del agua, del abastecimiento y de la seguridad de los barrios. Hubo casos de lugares donde habían grandes refrigeradores o conservadores de carne cuyos dueños, frente al deshielo, optaron por repartir la carne.
-¿Qué caracteriza a esas organizaciones?
-Son organizaciones territoriales, que responden a necesidades sentidas del sector. De ahí que incluso en los lugares donde hubo saqueos, la gente redistribuyera lo que saqueó.
-¿Esa necesidad de auto organizarse, revela alguna debilidad de la sociedad chilena?
-Un déficit de participación. Durante los veinte años de gobierno de la Concertación la gente no tomó ninguna decisión que no fuera elegir alcaldes, concejales, Presidente y parlamentarios; nada más. Pero decisiones que le afectan su día a día, la gente no toma: no hay plebiscito, ni ocurre como en otros países, donde pueden tomar muchas otras decisiones aparte de elegir a las autoridades. Hay un déficit de organización, de ahí la característica territorial de esta auto organización, que responde a necesidades muy concretas, urgentes.
-¿Es normal que se de ese tipo de respuesta?
-Claro, se ve que el colectivo tiene más fuerza que el desarrollo del individuo o del individualismo, que construir colectivamente un grupo te permite satisfacer más necesidades: compartir agua, compartir esfuerzos, el mismo tema de la seguridad, de poder hacer turnos. Todo eso exigió un tipo de organización que se generó espontáneamente. Es una necesidad casi biológica, un instinto gregario. Pero también tiene que ver con una memoria social colectiva. Probablemente nuestros padres en el terremoto del 60, del 39 u otros, resolvieron así la situación. En el terremoto del 60, por ejemplo, yo tenía ocho años, se cayeron las escuelas y recuerdo que nuestros papás, todos, reconstruyeron. Los estudios tienden a decir que, frente a emergencias, las sociedades reaccionan comunitaria y colectivamente.
Temor al otro
Sin comunicaciones ni contactos más allá del propio vecindario, el suelo era fértil para los rumores. El más repetido, que grupos de personas vendrían a asaltar las casas: los de la villa A decían que venían los de la B, los de la B que venían los de la A. De ahí que en muchos barrios se organizaran turnos de vigilancia, con contraseñas, distintivos y todo, y que se cercaran con alambres, fierros y lo que hubiera las distintas calles y pasajes.
-¿Qué hay tras ese fenómeno del rumor?
-Un déficit de autoridad. Es producto del desamparo, de la incertidumbre y de falta de comunicación. No había nadie que pudiera comunicar lo contrario a los rumores. Si en ese momento se hubiese dicho: ‘nosotros estamos resguardando el orden, no tema’, no habría pasado nada.
-Es paradójico, por un lado está la solidaridad en el territorio cercano, pero un poco más allá el otro empieza a verse como una amenaza.
-Claro, por el déficit de participación del que te hablaba. No hay una sociedad organizada, las juntas de vecino no pesan nada en las decisiones. Si hubieras tenido organizada a la sociedad y no grupos espontáneos, no ocurriría eso. Porque el problema de los grupos espontáneos es que responden al territorio, a las cinco o diez manzanas del barrio. Son sociedades segregadas espacialmente, y eso significa fragmentadas, que no están comunicadas entre sí, que no tienen una organización mayor. Entonces en nuestro barrio sí, perfecto, nos conocemos, nos comunicamos, pero del otro barrio no tenemos idea, nunca nos hemos comunicado. Si hubiera existido una organización territorial mayor, no se habría producido el fenómeno del rumor o habría sido contrarrestado; imagínate que yo lo contrarresté en dos o tres lugares en que dije "no hay nada, vengo de allá y no están preocupados de esto". Tu le dabas seguridad, le decías "yo vengo de ese territorio y están organizados y la señora de la junta de vecinos es esta y la puedes llamar, este es el celular, llámala si quieres".
-¿Cómo explica los saqueos?
-Está lo del desabastecimiento. En una sociedad altamente rica, pero asimétrica en la distribución del ingreso, obviamente la lealtad al orden es baja: la gente no va a respetar un orden que los excluye. Si uno cruza los datos de los territorios saqueados con los territorios donde se aplicó una encuesta del PNUD en 2000, sobre adhesión al sistema económico, se encuentra con que el 75% de la gente no tiene adhesión, se siente excluida; ahí uno encuentra una explicación de esto. Por otro lado la publicidad bombardea a la gente con el consumo, el plasma, etcétera; de ahí que se pase de las primeras necesidades a la línea blanca. Hay una sociedad que no está cohesionada en función de un orden y de ciertos valores. Ahora, el saqueo no fue el hecho relevante, ahí también los medios se preocuparon de exaltarlo por sobre la solidaridad.
-Vistos todos esos fenómenos y a un año del terremoto: ¿cuál es su gran conclusión?
-Hay mucho daño emocional en estos momentos en la gente, daño a la fraternidad, hay una sensación de exclusión, de que la gente tiene que esperar y no tomar un rol activo en la reconstrucción, eso queda. Para mí la gran conclusión de este terremoto es que hay que reconstruir el nosotros y eso significa avanzar hacia una cohesión social. Tenemos una sociedad heterogénea, pero esa diversidad no tiene por qué ser disociada, podemos darle cohesión en la construcción del nosotros.