JACQUES RANCIÈRE: "LA DEMOCRACIA NO SE TRATA DE QUE LOS ELECTORES RESPONDAN SÍ O NO"

Gentileza de la Universidad de Valparaíso
Hace algunas semanas el filósofo francés Jacques Rancière visitó la Universidad de Valparaíso. Le hice algunas preguntas, y parte de sus respuestas las publiqué en El Mercurio. Este es todo el material: 

-Hay una serie de fenómenos que se pretenden explicar con expresiones como “crisis de la democracia representativa” o “retroceso de lo político”. Desde la irrupción de Donald Trump, el Brexit, el rechazo al acuerdo de paz en Colombia, el avance de partidos xenófonos en Francia y otros países europeos e incluso el terrorismo islamista; hasta la cada vez menor participación en las elecciones, la atomización de los individuos, y los movimientos sociales que protestan en distintos países. ¿Qué pasa y, como dijo Lenin, qué hacer? 
-En lo que respecta a Europa, la despolitización es responsabilidad de los propios gobernantes. Ha habido un creciente acaparamiento del poder por parte de una pequeña clase de políticos profesionales. Las rivalidades entre los partidos por el ejercicio del poder han dejado de representar a las fuerzas sociales y de manifestar ideas opuestas. Donde gobiernan los partidos de izquierda se han adoptado los programas económicos de la derecha que, por otra parte, son impuestos por una comisión europea no elegida y fuertemente ligada a las potencias financieras. Esta confiscación del poder popular por parte de los partidos de derecha o de izquierda, cuyas prácticas e ideologías son cada vez más parecidas, ha permitido a los partidos de extrema derecha posicionarse como las únicas fuerzas alternativas al sistema, y como representantes de un profundo desprecio por las élites. Se saldrá de esta situación si las nuevas fuerzas democráticas que se han manifestado a través de los movimientos de ocupación y los movimientos sociales logran construir un espacio político autónomo no solamente respecto a los partidos de izquierda tradicionales, sino también respecto a un sistema electoral que hoy por hoy sólo sirve para la reproducción de la clase política.

-La justicia británica dictaminó que el Parlamento debe ratificar o no el Brexit. ¿No ratificarlo sería antidemocrático?
-No soy especialista en derecho constitucional británico. Pero, en todo caso, la democracia no tiene mucho que ver con este tema. La organización de ese referéndum fue una maniobra gubernamental, un juego estratégico en el seno de la clase política. La democracia no se trata de que los electores respondan sí o no a las preguntas que les hacen sus gobiernos, sino que es más bien la capacidad de aquellos que no ejercen el poder de liderar acciones que visibilicen las preguntas que los gobiernos no quieren plantear. 

-¿Internet y las nuevas tecnologías digitales son el paraíso democrático e igualitario que algunos auguran?
-En los hechos, en buena medida las nuevas tecnologías han actuado en un sentido democrático esencialmente de dos maneras: han multiplicado las posibilidades de una información que escape a las mentiras y a la censura del estado. Y han hecho posible la constitución de formas de opinión pública en países donde las formas tradicionales de esta opinión son reprimidas. En otro nivel, han permitido la Primavera Árabe y los movimientos de ocupación de espacios, que se constituyen en formas de movilización que no pasan por los aparatos políticos tradicionales.

-Corríjame si me equivoco, pero entiendo que cuando usted habla de emancipación se refiere a emancipación de la desigualdad. Le pregunto, entonces, ¿de qué hay que emanciparse hoy y qué entiende usted por igualdad?
-La emancipación no es una reacción contra una desigualdad de la que se quiere desahacerse. Es un movimiento autónomo de afirmación igualitaria. Recordemos la fórmula "la emancipación de los trabajadores será obra de los trabajadores". La emancipación es el acto por el cual aquellas y aquellos que se han considerado incapaces de pensar y actuar por ellos mismos, y de ocuparse de los asuntos de la comunidad, ejercen esta capacidad que les ha sido negada. La igualdad es un principio de acción y no un objetivo a alcanzar. Es un concepto siempre vigente en un mundo donde las clases dominantes y sus expertos nos explican que todo es muy complicado y que sólo ellos saben lo que se debe hacer.

-¿La educación puede ser emancipadora o la revolución es individual?
-La educación no es emancipadora por sí misma. En el pasado, a veces estuvo explícitamente consagrada a formar sujetos dóciles, y a veces a dar a los alumnos acceso a un saber emancipador. Pero este supuesto propósito de acceso al saber, tenía por efecto sobre todo reforzar la desigualdad entre sabios e ignorantes. Hoy el acto educativo está limitado a los programas impuestos por los gobiernos y las instituciones internacionales, que planifican una educación entre el tiempo de los estudios, el tiempo de la economía y el tiempo de la vida. Estos programas tienen, sobre todo, el efecto de mostrar la incapacidad tanto de los educadores como de los estudiantes de cumplir su misión y de aprovechar las opciones que se les ofrecen. Bloquean los caminos de la emancipación, que son la confianza de los individuos y de los colectivos en su propia capacidad, y la fuerza y la inteligencia común. Hoy, para empezar, se necesita que maestros y alumnos se liberen de esta planificación para abrirse a la multiplicidad de maneras de aprender y de tomar confianza.

-Y la filosofía y el arte, ¿han cambiado alguna vez el mundo?, ¿pueden hacerlo todavía?
-No cambian el mundo, participan de los cambios. Las ideas filosóficas (libertad de conciencia, derechos humanos, contrato social, emancipación...) han sido parte de las transformaciones revolucionarias y democráticas modernas. Las palabras de los poetas y de los dramaturgos, los ritmos de los músicos, las creaciones de los artistas plásticos o de los arquitectos, los movimientos de los performistas han participado activamente de la transformación del mundo común; han enriquecido nuestras capacidades de hablar, de ver y de actuar. Los movimientos democráticos recientes se han hecho a partir de incesantes pasos entre formas de manifestación venidas de la política y formas venidas de la performance artística. Las ideas y el arte cambian el mundo si ellas mismas se dejan cambiar por él, si se dejan guiar por el interés en aquello que se va transformando en las maneras de habitar el mundo.

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Por: Juan Rodríguez M.