IGORT: LOS COLORES Y LOS SIGNOS DE JAPÓN

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Le mandé cuatro preguntas al historietista italiano Igort y sólo pude publicar algo en Cultura de El Mercurio: "Los colores y los signos de Japón". Fue por su cómic, historieta, novela gráfica Cuadernos japoneses: un viaje por el imperio de los signos (sí, como el libro de Roland Barthes), publicado en español por Salamandra Graphics. Así es que aquí está todo, tal cual lo pregunté, tal cual me respondió, me entendió (por escrito).

¿Por qué y cómo empezó a soñar con Japón (y no con otro país)? ¿Todavía cree que en otra vida fue japonés?
—Los motivos por los que nace un libro están envueltos en misterio, fundamentalmente para el autor. Al principio son anotaciones, luego secuencias que se vuelven una obsesión. Opino que un autor hace un libro para despejar esa intriga. Lógicamente, el misterio jamás se resuelve, pero entretanto uno se divierte una barbaridad. Con la esperanza de divertir también al lector, claro está. Un libro es un viaje, un viaje al interior de uno mismo, del que sólo se parte con las premisas. Se hace para entender lo que se quiere decir, adónde se quiere llegar. Es una práctica cotidiana que requiere método y mucha devoción. Porque también se dan pasos en falso y se adentra uno en callejones sin salida. Con lo cual, hay que aguzar el oído y tener el valor de desechar cosas y volver a empezar.

—Desde el punto de vista del oficio o el arte y de su lugar en la sociedad, ¿cuán diferente es el la historieta japonesa a la occidental?
—La historieta japonesa es un lenguaje muy evolucionado porque ha consumido millares de páginas y millones de publicaciones. Trabajando en estrecho contacto con un editor extraordinario como el señor Tsutsumi pude constatar lo vivo y complejo que es el arte de narrar. Por ejemplo, ellos son maestros en la narración de la cotidianeidad, de las cosas sencillas, mientras que gran parte del tebeo americano todavía se pierde en peleas a puñetazo limpio. Un aburrimiento mortal.
—Usted recuerda el Elogio de la sombra de Tanizaki. Si le dijeran que debe dibujar una historieta, pero que para hacerlo debe elegir entre usar solamente el negro o solamente el resto de los colores; ¿qué elegiría y por qué?
—En mi trabajo, cada historia suele requerir una técnica muy precisa. Yo al principio la desconozco, y poco a poco, conforme abordo las primeras páginas, se me revela esa técnica como la única posible. Por eso mismo me resulta un tanto abstracta la pregunta. Para el Elogio de la sombra creo que tendría que ponerme a dibujarlo, como haría con un libro mío. Por ejemplo, ilustré un libro de Murakami. El editor, Einaudi, me llamó porque había visto los Cuadernos japoneses y sus colores. Sin embargo, ese libro lo ilustré en blanco y negro, y grises. Es la historia la que llama a las imágenes, y no viceversa.

—Hacia el final del libro dice que se ha acercado a Japón durante más de 20 años y que, sin embargo, “su misterio se renueva constantemente”. ¿Qué lo asombra todavía de la cultura japonesa o, incluso, qué es lo que todavía no comprende?
—En mi insignificante existencia, cuanto más tiempo pasa, menos sé. Mis certezas se desmoronan, y esto me proporciona una grandísima sensación de libertad. Japón es el país donde más tiempo he pasado, aparte de Italia, donde nací, y Francia, mi país de residencia. Cada viaje es distinto, es una cultura suspendida entre la tradición y el futuro. Mis amigos japoneses me dicen que el hecho de que para mí Japón sea un lugar de misterio, de lo inexplicable, significa que soy cada vez más japonés. Porque para ellos también es así. En mi libro he intentado contar mi camino en busca de ese misterio. Es un misterio total, estético, místico. La vida en el país del Sol Naciente se me antoja sencilla y mágica. Dura, pero también muy liviana. Ya he estado unas veinticinco veces. Y siempre es diferente. Sé que cuando estoy allí me entran ganas de contar cosas. Que esas ganas se vuelven irrefrenables y se activan recuerdos que no existen en otros lugares. Los llamo recuerdos, pero son sensaciones antiguas y muy profundas, que parecen recuerdos de vidas anteriores.
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