CLAUDIA ZAPATA: SAID Y LA CULTURA COMO UN CAMPO DE BATALLA
El domingo 25 de septiembre publiqué en Artes y Letras un artículo a propósito de la reedición en español de Orientalismo de Edward Said. Entre quienes entrevisté, estuvo Claudia Zapata, historiadora y directora del Centro de Estudios Culturales Latinoamericanos de la Universidad de Chile. Estas son las respuestas completas que me dio.
—¿Por qué impactó o se leyó Orientalismo más allá de los estudios árabes y orientales?
—Porque Orientalismo es un libro que propone una forma de comprender las relaciones entre los pueblos, en este caso, pueblos que poseen trayectorias históricas y culturales distintas, entre los cuales se produce un encuentro conflictivo, violento. Es, por lo tanto, una relación de poder, jerárquica, en la que un pueblo domina a otros y recurre a argumentos culturales para justificar la invasión y el despojo. A esa construcción ideológica es a lo que Edward Said denomina orientalismo en el caso de la dominación que las potencias europeas, principalmente Inglaterra y posteriormente Estados Unidos, han ejercido sobre el Medio Oriente, principalmente desde el siglo XIX hasta hoy. Lo que hizo Said, siguiendo una tradición proveniente de los estudios culturales ingleses, fue comprender la cultura como un campo de batalla, en el que se libra de manera fundamental un conflicto que es finalmente colonial.
Su propuesta impactó porque instaló un concepto para nombrar el discurso colonialista que justificaba la acción militar sobre esos territorios; trazando una genealogía que incluía desde la política hasta la literatura y las bellas artes. Con esto, Said formulaba una dura crítica a las formas en que se había construido el conocimiento sobre el Oriente, concluyendo que existía una distancia abismal entre ese conocimiento y el referente, que era la historia, la cultura y los territorios de los pueblos señalados como “orientales”.
—Más allá de ese impacto, ¿sigue siendo una tesis vigente, y cómo se expresa esa vigencia en los estudios latinoamericanos?
—La tesis de Said tiene una enorme vigencia pese a las críticas que recibió en su momento este libro, ahora transformado en un clásico del pensamiento contemporáneo (críticas que provenían en su mayoría de los campos de estudio que fueron duramente cuestionados en ese libro por su complicidad final con las políticas imperialistas y su lógica bélica). Cabe destacar que es un proyecto crítico que fue completando con sus obras posteriores, como Cultura e imperialismo, de 1993, donde amplía los referentes de su análisis a prácticamente todo el Tercer Mundo y porque incorpora el gran tema ausente en Orientalismo, que es la respuesta de los propios colonizados frente a la ideología que, echando mano de argumentos culturales, sustentaba la inferiorización a través de estereotipos que se han recreado y que todavía se recrean hasta el infinito (con los árabes, con los indígenas, etc., todo aquello –tierras, historias, gentes- incluible en la esfera de la “otredad” cultural).
Para los estudios latinoamericanos y en mi caso particular, en los estudios indígenas, estas propuestas tienen total sentido, porque sustentan una lectura que comprende a los indígenas como pueblos colonizados y no sólo como “culturas distintas”, que es el enfoque predominante aún. Al hablar de pueblos, se está considerando la cultura como un elemento distintivo (junto con la historia y con el territorio) y a la vez cambiante al calor de relaciones de poder de tipo colonialistas, es decir, comprendiendo lo colonial como una forma específica de dominio, que incluye la inferiorización cultural y el racismo. En este tipo de dominio, las imágenes congeladas de una cultura distinta y a la vez inferior, juegan un rol fundamental al sacar a los sujetos de la historia para situarlos en la esfera de una cultura atemporal, que finalmente se reduce a un puñado de estereotipos.
Más ampliamente, las propuestas de Said me parecen tremendamente vigentes para comprender el mundo contemporáneo y la compleja inserción de América Latina en él, pues contribuye decisivamente a pensar las culturas como una posibilidad de interacción en lugar de insistir en sus fronteras y animar las tensiones. Con ello, Said se oponía fervientemente a la lógica bélica de los discursos que hablan del “choque” de las culturas o de las civilizaciones, a quienes acusó de continuar con la lógica de la guerra fría tras la caída del muro de Berlín. Recomendable es el debate que sostuvo públicamente con el mayor exponente de ese tipo de discurso: el estadounidense Samuel Huntington y su libro El choque de las civilizaciones, por los retratos burdo que este propone de los pueblos no occidentales y la justificación de la guerra que esta teoría buscaba entre la ciudadanía del país del norte.
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Por. Juan Rodríguez M.