LOS MILAGROS DE CÉSAR AIRA

Esta entrevista a César Aira la hice a propósito de su novela El santo. El artículo se publicó el 9 de agosto de 2015, en la sección de Cultura de El Mercurio. 

-En Continuación de ideas diversas dice que, en literatura, usted va “al efecto” y que le son “indiferentes las apreciaciones sobre la calidad de la escritura”. ¿Qué efecto busca con El santo?
-El único efecto que debería buscar la literatura es el placer de la lectura., Al ser yo un lector hedónico de toda la vida, creo haber aprendido a reconocer ese placer, y cuando escribo lo único que tengo en vista es buscar formas nuevas de crear y prolongar ese placer. Creo que es por eso que he tenido más suerte con los lectores que con los críticos. Los críticos, por deber profesional, se prohíben el placer para que no les obnubile el juicio.

-También escribe en Continuación...: “[D]e una novela se pregunta en primer lugar ¿de qué trata? Y de la respuesta a esta pregunta depende su éxito de ventas o su posibilidad de ganar un concurso”. ¿De qué trata El santo
-Esta novela, como todas las que he escrito, no trata de nada. Esa anulación del tema es lo que permite que pase cualquier cosa y la invención pueda actuar con libertad. Veo a mis novelas como un cuadro en blanco, una Nada acogedora que le da la bienvenida al Todo.

-¿Tiene alguna inspiración real la historia de este santo, existió?
-Todos me preguntan lo mismo; por lo visto esa historia es demasiado rara para que haya salido de mi cabeza, de donde han salido tantas historias raras. Y en efecto, este santo existió en realidad, se llamó San Riomualdo, la historia de su asesinato a manos de los catalanes está en su biografía, o hagiografía, que escribió otro santo, Pedro Damián. Lo leí en un libro, y fue mi punto de partida. Pero no es histórico. La historia oficial de la Iglesia la ha desmentido, y adoptó la otra versión, según la cual San Romualdo murió en la cama, el día y la hora que él mismo había previsto para su muerte veinte años antes. Lo que es más raro todavía.

-En su libro, la Edad Media se describe como un espacio y tiempo en el que “los trabajos de la Razón estaban devaluados”, de “negaciones y fantasmagorías” y de “credulidad” ¿Le hubiese gustado vivir en la Edad Media?
-La “devaluación de la Razón”, las “negaciones y fantasmagorías” y la “credulidad” definen bastante bien lo que yo escribo. Pero creo que van en sentido contrario a lo que la Iglesia le pedía a estas cualidades, así que lo más probable es que me hubieran llevado a la hoguera.

-En una entrevista que le dio a ABC a propósito de esta novela, dice que sus libros son ensayos que disfraza de novelas para que no lo tomen por loco. El ensayo, ¿es una rama de la literatura fantástica?
-No. Creo que es todo lo contrario: lo único no fantástico que hay en la literatura. Para un novelista escribir ensayos es relajante, se aflojan todas las tensiones de la imaginación y queda sólo el sentido común. Es el yoga de la literatura. 

-¿Usted es de los escritores que disfruta o sufre mientras escribe? Si es de los primeros, ¿qué piensa de los que sufren? Si de los segundos, ¿qué piensa de los que disfrutan?
-No sólo lo disfruto sino que es la razón principal, y casi diría única, por la que escribo. La literatura no tiene ninguna función en la sociedad, y no le importa a casi nadie, así que si no se la hace por gusto más vale no hacerla.

-¿Por qué escribe en pasado?
-No es ningún capricho, al contrario. Es el modo normal de contar una historia. Además, yo tiendo naturalmente al cuento de hadas, y la premisa básica del cuento de hadas se formula así: Había una vez…

-¿Por qué escribe a mano? 
-Porque da más tiempo para pensar, porque es un trabajo manual que activa la musculatura fina y las finuras correspondientes del cerebro, porque me da la excusa para seguir comprando lapiceras caras, porque se parece al dibujo con el que querría hacer visibles mis fantasías. Y, más que todo eso, porque establece una relación física, cara a cara, con lo que escribo. Hacerlo en la computadora sería como hablarle por teléfono a mi imaginación.

-A propósito de la conversación sobre los milagros que hay en su novela, ¿la literatura, o las obras literarias, son un milagro?
-Si uno se pone exigente con la realidad, podría decir lo que dijo Picasso: “Todo es milagro. Es un milagro que no nos disolvamos en la bañadera como un terrón de azúcar”. Pero no es cuestión de devaluar una palabra tan prestigiosa. Como metáfora, podría decirse que un buen libro es un milagro, en vista de todo lo malo que se publica. Y aun así, es un milagro modesto.


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Por: Juan Rodríguez M.
(*) Si quiere, lea "César Aira o el eterno retorno de lo mismo".